Artículos Francisco Umbral

Cuento de Navidad


EUGENIO Villaverde Lara, viudo, tipógrafo que fué, de 85 años, vecino de Jerónima Llorente, en Tetuán de las Victorias, está siendo acosado por Cáritas, la organización religiosa que preside monseñorSuquía, para que abandone el piso que ocupa desde hace cincuenta años, guerra civil incluída, porque el inmueble es ahora de dicha organización y quieren hacer allí una residencia de ancianos.

Pretenden deshacerse de un viejo real, factual, fatal, que está ahí, por remediar a unos viejos hipotéticos en el futuro.

Pero uno piensa que más vale viejo en mano que ciento volando.

Por navidad es que siempre está pasando un cuento de navidad.

Esta casa se la compró Cáritas a la propietaria del inmueble, ya fallecida, por poco dinero y muchas bendiciones, informa Interviú.

Ahora quieren comprar los pisos a los inquilinos por escaso dinero, y Eugenio Villaverde dice que ni siquiera llegan a lo ofrecido en principio.

Eugenio Villaverde gasta un rostro enérgico y cansado, finas manos de tipógrafo, corazón broncopático, bufanda color teja, próstata (o sea que padece), hipertensión, chaqueta príncipe de Gales, muy aparente, y pantalón de pana.

Como no puede subir las escaleras del juzgado, le hacen los interrogatorios dentro de un coche, en el paseo del Prado.

La otra parte contratante de la primera parte, o sea monseñor Suquía, en cambio, no se digna presentarse a las citas judiciales.

Suquía es experto en finanzas eclesiásticas y hasta tiene una cartera económica en el Vaticano, pero en el proceso no figura su carnet de identidad «por razón de su cargo».

Los arcángeles tampoco presentan carnet de identidad, que son espíritus puros y de sexo no bien definido en Trento, en Nicea o donde fuera eso.

Este cuento de navidad, entre Dickens y Buero Vallejo, con algo de «Historia de una escalera», o sea de sainete negro (espero que el maestro Berlanga haga una película sobre el tema, antes de que se la hagan sus recientes imitadores), tiene detrás toda una lóbrega y complicada historia de hipotecas, detectives, párrocos y miseria. Eugenio Villaverde tiene el piso muy apañado, para ser un hombre solo y viejo, con azulejos crema, ventanas verdes, fregona y detergentes de la televisión. O sea que existe, es un personaje de sainete/cuento, ya digo, pero en vivo.

Cáritas, en cambio, funciona legalmente como «Persona Moral», o sea espíritu puro. Esto es la lucha del hombre contra las instituciones/abstracciones, una cosa kafkiana.

Eugenio Villaverde, sí, es un Kafka de la tercera edad perdido entre las páginas de «El proceso», y hasta parece de la película de Orson Welles ese interrogatorio dentro de un automóvil por las voces/portavoz del Ausente sin identidad (ni carnet de), que encima sólo es una «Persona Moral». ¿Acaso Eugenio Villaverde es una persona inmoral?

Bueno, pues esta es la Cáritas que hace poco le hizo movida a Matilde Fernández por «discriminarla» en sus asistencias sociales.

Cuando la realidad coincide fantasmalmente con la fábula negra y la leyenda negra (sobre todo la Leyenda Negra), el cronista de lo que pasa apenas tiene nada que decir.

Si el barón von Thyssen hace realidad los cuentos de hadas, a Suquía parece que se le dan mejor los cuentos de navidad, sólo que en vivo, en crudo, en pobre, con pobres y ancianos de verdad, que tienen carnet de identidad y próstata (seguro que las Personas Morales no, que eso no viene en Santo Tomás).

Eugenio Villaverde Lara, de 85, tipógrafo y viudo, que está del corazón y de la próstata, no se sabe protagonista de Dickens, pero le da que el cuento acaba mal.

En tanto, ya digo, el piso lo tiene muy curioso.

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