El héroe mutilado
EL personaje de Peer Gynt, el gran sueño libertario, romántico e itinerante del noruego Henrik Ibsen, nos es presentado en esta ocasión con notable pobreza de medios y escasa invención teatral. Dado que el texto lo conocemos y nos lo dicen en noruego, lo que exige este gran relato es precisamente esto: exacerbar su teatralidad mediante un montaje importante, rico o nuevo. (Qué prodigios habría hecho nuestro inagotable Nieva con esta obra de fantasía y viaje). El teatro de la palabra es duro de trasplantar sin traducción (El jardín de los cerezos). Pero Peer Gynt, todo acción, camino y espectáculo, solamente puede universalizarse en una gira como ésta mediante la visualización y la tectónica, creando una gran fiesta ibseniana de la estética y la palabra. (Aquí, el ejemplo del inolvidable polaco Kantor, que encontró la fórmula para universalizar su teatro vernáculo y hacerlo tan nuestro).
Pero lo que vimos la otra noche en la Sala Olimpia de Madrid no es sino un Peer Gynt mutilado, encorralado, pobre, como para un domingo por la tarde en Oslo.
Antes de lanzar un teatro nacional por el mundo, los países de lengua restringida debieran plantearse en profundidad el hecho escénico, pensando en París y Nueva York. Incluso en Madrid.
No todos lo hacen, y no, desde luego, el Teatro Nacional de Noruega, que llega a disipar el hermoso mensaje romántico/ácrata del protagonista. Pero el tono de esta representación es, ay, el que predomina en el Festival.