Artículos Francisco Umbral

El XIX


El señor González, en lo de las FAS, estaba muy contento porque «hemos recuperado uniformes del siglo XIX». Yo creo que, además de los uniformes, ha recuperado otras cosas del XIX, igualmente beligerantes y decorativas que los uniformes: por ejemplo, la manera de tratar las fuerzas a los obreros, el seguimiento duro y sangrante de una manifestación «artesana», como se decía entonces.

El político vasco Anasagasti, por su parte, afirmaba a la misma hora y en distinto sitio que «los sindicatos están en el siglo XIX». Uno cree que ambos señores tienen razón. El jueves fue un jueves del siglo XIX, con uniformes de zarzuela, artesanos curtidos/cuarteados por la fuerza pública y pareados de novela de Valle-Inclán: «Enano de Tafall.a, eres un canalla». Esto es lo que ha conseguido don Felipe en diez años de socialismo, progresismo, europeísmo, modernidad, Maastricht y cosa: devolvernos a la España de la Restauración. «La huelga ha sido un fracaso», decía, pero la cara de cabreo no se le quitaba viendo desfilar los uniformes del XIX, que son como de revista de Celia Gámez. Nunca hubiéramos sospechado en el presidente esta debilidad, esta cadencia por la antigualla y el frufrú, pero la verdad es que este su vicio secreto se corresponde con los modos de gobernar que ha traído a la vida política española. Una huelga laboral, como él mismo ha dicho, ya no se trata así en Europa. Lo del jueves fue de lámina amarillenta y marchita del «Blanco y Negro».

A medida que FG se pone a sí mismo metas más futuras, más de fanta/ciencia (o ciencia/ficción), como decía el inolvidable Luis Ponce de León, entrando ya con sus proyectos en el 2000 («diez años de futuro», decía en el mitin de Sevilla), a medida que FG avanza hacia los agujeros de ozono restaurados por los japoneses (y qué zapatos tan feos y gordos usa siempre), a medida que todo eso, digo/decía, España se le va volviendo más vieja, y estamos viviendo una contienda social del siglo pasado, efectivamente, con trucos y mañas tan antañones como llenar el Parlamento a tope en el día de la huelga. Nicolás Redondo tendría que convocar huelga todas las semanas para, cuando menos, vivificar el organismo parlamentario, siempre tan melancólico y solo. Los diputados, que pasan mucho de diputaduría y hasta encargan de la llavecita al de al lado, acudieron el jueves como un solo hombre, como un solo diputado (excepto IU, claro), para que el presidente González les quiera y les respete todas esas dietas y regalías que cada día les aumenta por no hacer nada. Con los soldados isabelinos en la calle, el viejo sindicalismo gremial recibiendo hostias y el Parlamento reventón y parlero, el cronista vio claramente que España sigue siendo siglo XIX, que Madrid sigue siendo galdosiano y que todos estos años de democracia y socialismo no han sido sino sueño, ficción, vano fantasma de niebla y luz. Hasta tenemos en el Banco de España un Echegaray que no escribe dramas, como el otro, pero arma unos cirios dramáticos. Mariano Rubio acabará saliendo en los billetes como su antecesor Echegaray. Lo de Ibercorp supera en inventiva a «El gran galeoto».

«Alfonso XII volvía de los toros (hoy Juan Carlos), Julián Gayarre cantaba en el Real (hoy Alfredo Kraus), ay tarde de otoño (hoy primavera) llena de sol de Madrid, todo pasó como una luz que yo apagué ya». La vieja y entrañable habanera me ha rodado por la cabeza desde el jueves. España no se ha movido del Café de Platerías, que estaba en Arenal. Tenemos unos políticos entre tontos y malvados, Felipe es un Castelar de los números, los soldados montan su opereta en una punta de la mañana, mientras en la otra punta el obreraje, el mismo de entonces, lucha contra los centuriones del señor Cuevas. En «la cuestión social», que diría Sagasta, no hemos avanzado un paso. Pero FG ha vestido a los soldados como le gustaban a Isabel II.

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