Artículos Francisco Umbral

Tres puertas


El ministro Corcuera, a través de sus sumilleres, ha dicho que, en lo que va de aplicación de la Ley que lleva su nombre (debiendo llevar el de González), sólo han tenido que derribar tres puertas, porque las demás las han encontrado abiertas. Esas tres puertas derribadas a patadas me parecen a mí, señor Corcuera, como las tres veces que Pedro negó a Cristo. Tres negaciones de la libertad, la igualdad y la fraternidad.

El ministro parece muy crecido con lo de esas tres puertas, pero a mí me parece que están clavadas tres cruces (y no dos) en el monte del Olvido. En ese gran Olvido en que van quedando en España la fe, la esperanza y la caridad. 0 la memoria, el entendimiento y la voluntad. Las tres potencias del alma. Lo que ustedes quieran, porque contra todo eso y más están atentando los guardias de Corcuera mediante una ley contestada por toda la Oposición y mediante una coz policial que se carga los Derechos Humanos, la Revolución Francesa, la democracia, Montesquieu, el socialismo y hasta el Derecho Romano, si miramos bien. Exactamente la puerta de Montesquieu, la de Voltaire y la de Diderot son las que ha echado abajo el patadón ministerial. Dijo Simenón que toda familia esconde un cadáver en el armario, pero yo creo que una familia tiene derecho a sus cadáveres, a su intimidad, a sus dulciamargos secretos familiares, a su tendedero de trapos sucios. Respetar todo eso es democracia.

Dice Corcuera que el que tenga la conciencia tranquila no tiene nada que temer. Eso mismo decía Franco. Pero es que uno, en democracia pura, tiene derecho a su mala conciencia y ningún guardia nos puede pegar una patada en la conciencia ni en el paladar por tener la puerta cerrada. Esas tres puertas que ha derribado Corcuera, y que tan facundo le tienen, son las tres puertas de las tres virtudes teologales, de las tres potencias del bolero, alma,corazón y vida, de los tres atributos masculinos, de las Tres Gracias: libertad, libertad y libertad. Tres puertas para mí sagradas desde ahora, tres puertas humildes, sencillas, corrientes (Corcuera no patea las puertas de los barones del narco), tres puertas para llevar al Museo Universal de la Infamia y que Borges escribiera, vivo, la historia sagrada de cada una de esas puertas. Dice el ministro que anda a la busca del pequeño tráfico, que es como si los bomberos persiguiesen el fuego atrapando a todo el que enciende una cerilla para fumar. Las grandes puertas con herrajes de los grandes traficantes, nadie las zapatea nunca, aunque de sobra sabemos quiénes son. Corcuera anda muy ufano, en cambio, porque ha tirado tres puertas que eran tres mezquitas sagradas de la intimidad personal, familiar, humana, tres ermitas del vivir en pecado, que es como hay que vivir, tres sinagogas del amor, el odio, el vicio, los dulces y atroces pecados mortales y entrañables, veniales y respetables, en que se moltura una familia, una minutísima comunidad humana, con sus perros, sus gatos, sus conejos y sus gallinas ponedoras.

Desde que han caído esas tres puertas, ya no está segura ninguna puerta ni portalada de España. Nos han dejado sin portal, sin atrio, sin entrada a nuestra privacidad, a nuestra alma, ahora impúdica y expuesta. Ni persiguiendo a los terroristas se había llegado a tan ominoso tornado contra el redil de la gente, luego esa Ley no se justifica por sí misma, sino que es el monstruo hocicudo que viola nuestra interioridad y el final fáctico de la democracia. Por esas tres puertas se entraba y se salía libremente a las noches en los jardines de España. El patadón las ha metaforizado como las tres puertas ojivales del alcázar democrático en que vivíamos. El Gobierno, hecho un duque de Feria, ha violado tres infantas.

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