Artículos Francisco Umbral

Continuismo


Frente al continuismo sin imaginación ni arraigo de la derechona, ha vuelto a triunfar el continuismo del PSOE, o sea el «aquí no pasa nada», que es lo que quiere oír el personal.

He vivido la noche electoral en un hotel madrileño, campamento de la derecha periodística y política. Las primeras cifras solventes, las de Corcuera, hacia la media noche, o antes, fueron acogidas con risas histéricas, pero eran de verdad. Quiere decirse, en fin, que el PSOE, y mayormente Felipe González, han llegado a hacerse solubles en la sociedad española, y están ya tan identificados con ella como lo estuvo el franquismo progresivo en los últimos tiempos. Se lo dije anoche, en entrevista radiofónica, a mi querida Carmen Rigalt: «El triunfo de la derecha sería para mí un bizcocho para levantarme todos los días con el tema hecho, para no darles un minuto de respiro. 0 eso o poner mi columna a disposición del director o marcharme a la Argentina con Miguel Gila». Dije en aquella radio improvisada que el PSOE ha cometido desfalcos, pero a los , promotores de tantas libertades cívicas, personales y colectivas, yo les pongo los desfalcos entre paréntesis (en seguida todos me copiaron la palabra), a cambio de esas libertades que la derecha no podría sino restringir, por la presión de su electorado. En un cóctel malo, donde no nos dieron un pincho de tortilla ni una croqueta, donde no apareció Pedro J. Ramírez, que estaba anunciado, sino sólo su suegra, a la que adoro, se facilitaron unos primeros números favorables al PP, y hasta se conectó con el domicilio de Aznar, cosa muy preparada, para que hablase como ganador a las ocho de la tarde (un poco pronto).

Ocurre que José María García, que entrehilaba el fútbol con la política, sí tenía canapés de caviar y salmón, pero aquí los particulares ni flais. Vino a saludarme con rigor el director o presidente de la Cope, mas la verdad es que el tipo no se ha estirado con un detalle, y se lo dije: «La falta de tortilla de patata es un grave error político». Si uno quería whisky bueno tenía que irse al bar privado del hotel, ajeno a la movida electoral. Entre el continuismo corregido de los socialistas, que tendrán que cuidar de Aida Alvarez, y el continuismo estrenado, viejo y nuevo de la derechona, a uno no le quedan dudas, máxime cuando Marcelino Camacho y yo, ambos de IU, nos dimos un abrazo de consuelo porque Anguita tampoco ha crecido tanto como esperábamos. Así las cosas, el PSOE no va a tener más remedio que corregir muchos errores, por propia estimación y porque la oposición le va a controlar más de cerca. Así las cosas, los nacionalismos (Josep Pla los llamaba «provenzalismos») van a contar y cantar más en el Parlamento, y. no digamos Anguita, con ese heroísmo del hombre que se ha quitado de fumar. La derechona, y lo tengo muy insinuado en esta columna, perdió las elecciones en Telecinco, cuando Aznar renunció a hablarle a González de la corrupción, que a fin de cuentas es lo que ha provocado esta movida electoral anticipada.

¿Y por qué renunció Aznar? Misterio. Pero el misterio tiene un nombre benaventino: los intereses creados. Después de aquello, comprendimos que el PP no tenía ninguna voluntad de ganar o había caído en la trampa del pacto. Ahora las alianzas las hará FG, y las hará con quien quiera, catalanes y vascos, que a Pujol lo tiene cogido por Banca Catalana y a los vascos por los violentos y la reinserción. Así las cosas, España va a seguir siendo un país de segunda, pero presentable, en una Europa de primera, y del viejo socialismo romántico del 82 ya no queda nada, ni siquiera Alfonso Guerra, pero marcamos todos el paso alegre de la paz de Maastrich y la utopía liberalcapitalista se va redondeando. Aquí no tienen nada que hacer Aznar ni los suyos, que son unos particulares, mientras que FG se lucra del beneficio de la duda. FG hizo estas elecciones para ganarlas, y así ha sido. El tic histórico del pueblo español ya es muy difícil que vote a la derechona en masa. Felipe se ha hecho soluble en la sangre de dos generaciones. No sé si el caso es de izquierdas o de derechas, pero es lo que hay. Un respiro.

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