El «Ya»
El Ya muere como el verano, el Ya se resiste a morir, el Ya es un periódico tradicional de Madrid, con un público sectorial, pero muy abundante otrora. El Ya hereda El Debate, una línea de pensamiento que concierne a media España. El Ya lo leían las beatas por los obispos y las suecas por las pensiones. El Ya no debe morir, viva el Ya.
Trabajé en el Ya unos años. Y dónde no habrá trabajado uno. El director, Morcillo, me pedía información, mucha información, pero yo seguía vendiéndoles literatura. Era el Ya antifranquista de postrimerías, lo cual que me iba. Mi jefe directo era Luis Apostua, hombre nacido para el Escarpit, para el recuadrito breve, intencionado y letal. Un sabio y prudente periodista cuando yo era vecino de sus galgos heráldicos, que él paseaba entre putas por la Costa Fleming. Me echaron del Ya, como me han echado de todas partes, cuando publiqué una novela de escándalo. El truco de firmar con pseudónimo, aparte de que no me gusta, sólo me sirvió unos meses. El Ya era de los obispos, pero por lo menos era de alguien. Ahora el Ya no es de nadie, sino de quienes lo hacen, que tienen tinta y papel para dos semanas. El Ya tenía. para mí, entre otros encantos, el que era el periódico donde escribía Manuel Alcántara. El Ya, hoy, muere abandonado, porque ya apenas quedan editores de periódicos, sino solamente vendedores de papel. Para editar un periódico hay que tener una línea, una filosofía, una moral (siquiera sea inmoral), algo. Lo que no se puede es montar un periódico con el sólo decálogo de ingresar publicidad y vender papel.
El Ya respondía y responde a un catolicismo de clase media que en España es inmenso. El Ya me ha tratado muy mal últimamente, pero eso da casi lo mismo, incluso se agradece. Un periódico es obvio, gratuito, y cierra cuando no responde a ninguna corriente de opinión, a ningún sector social. Pero el Ya no es que lo hayan abandonado sus lectores, sino que el periódico (los actuales dueños) ha abandonado a la parroquia. Me importa mucho el caso concreto y urgente del Ya, pero me importa más el conato general de la Prensa en España, cuando -hoy- los nuevos empresarios, los yuppies de renta antigua, los príncipes obscenos y enanos del multimedia, entienden un periódico como las reales actas del Gobierno, como el truco del almendruco para vender un poco de todo y nada de nada. Ya no se hacen periódicos por pasión política o por presión ideológica, sino por completar un cuadro de medios que absorbe publicidad, envenena al lector de tinta impresa y deja constancia de la nada. Añoro el Ya de los Tácitos, el Ya antifranquista, el cristianismo social que postulaba, su difusión grave, numerosa y honesta entre lo mejor del catolicismo español, una fuerza con la que hay que contar, queramos o no. La Prensa es el poder inerme de la democracia, aun cuando se trate de un periódico que va contra la democracia (que no era el caso del Ya). Entre los agiotistas, los aventureristas y los obispos, que están ya en otro rollo, muy flipados con eso de la radio, están dejando deliberadamente que el Ya muera de pobre, que no venda, porque, aunque millonarios, son naturalmente ágrafos, insensibles a la magia de la palabra impresa. Yo escribiría para el Ya, aunque fuese gratis.
El Ya no es sino la anécdota de una categoría que nos remuerde. Vamos hacia la unificación informativa. Nueva York tiene menos periódicos que Madrid. El conato es universal. Nos duele el Ya como nos dolió El Independiente, y Pablo Sebastián y la Aurora Pavón, la disidente. Queremos democracia con periódicos, queremos las verdades plurales y bien escritas, tatuaje hermoso y libre de la cultura desde que los griegos inventaron las vocales. Queremos que vuelva el Ya, de donde a mí me echaron con justicia, queremos una democracia de mil voces. Quienes en lugar de ideas quieren vender papel, luego no venden una cosa ni otra.