Artículos Francisco Umbral

Novelas


Los escritores sabemos bien, aunque pretendemos ignorarlo, que la novela es un género en decadencia, a punto de convertirse en otra cosa, porque las novelas se leen en casa -salvo intrépidos ferrocarriles- y la casa se va llenando de chismes informativos, electrónicos, comunicativos, lenguaraces y urgentes. El hombre informado es un lector de historia más que de novela, un pretendido sabio más que un distraído lector. El lector literario aprende cosas y el lector festivo se distrae con lo policíaco o con el porno, como toda la vida. Lo cual que el porno también viene decayendo no sólo en el libro, sino también en el cine. Quizá lo último que se hizo en porno elegante, fino, americano y con temperatura fue El graduado, que ahora se vende en DVD como pieza cultural de permanencia, escoltada por Casablanca, Gilda y todo eso. La novela aguanta más, sobre todo si es mala. Me lo dijo un día un gran editor: - Nuestro público es muy humilde, muy sencillo. Leen mal, pero siempre lo mismo. Todos los medios eléctricos y electrónicos arrancan en el mercado con una situación de ventaja, como es la imagen respecto a la novela y como fue el diálogo contra el mudo. No es posible ya que disfrutemos un nuevo Buster Keaton. Woody Allen es el único que podría hacer una película muda con su fragante y flagrante diálogo. Si los escritores se pelean más es porque hay menos mercado, y esto afecta también a los críticos. Aparte de que tenemos ahí todo nuestro Siglo de Oro que no es sino una reyerta de genios puesta en buenos versos. La polémica ayuda a vender. Camilo José Cela me decía: - Mira Paco, al escritor no le basta con vender el libro. Tiene que venderse además a sí mismo. Por eso yo hago lo que hago. A medida que los libros de ficción se venden menos el autor se vende más, tomando por asalto todos los medios y media que la tecnología le pone a mano y la buena publicidad le barniza. Llevamos unas décadas vendiendo la pura publicidad de un libro en lugar del verdadero libro. Las traducciones, que antes pasaban en España inadvertidas, sirven ahora de reclamo para el que no tiene idiomas o prefiere leer siempre en castellano. Todo esto viene a decir que se impone una vuelta al género con menosprecio de los reclamos, que no venden nada sino que se venden a sí mismos. La señorita desnuda de tantos anuncios nos vende más su cuerpo, que un día triunfará por bello, que lo que ese cuerpo anuncia, un liguero o un tanga ya están sojuzgando al bikini, hoy anticuado como vemos en el NO-DO histórico de este periódico. Caemos en la trampa comercial de comprar y acumular polémicas porque la polémica es la otra novela que comporta el libro, además de la que cuenta. La novela madrileña ha compartido muchos años de mercado con la meretriz esquinera de Moyano. Nacieron juntas y juntas van a desaparecer ahora que el Ayuntamiento ha enjalbegado las casetas de la Cuesta. Mejor novelas de aventuras que novelas autobiográficas, porque la verdad es que, como ciudadanos del siglo XXI, somos poco interesantes.

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