Artículos Francisco Umbral

Chiapas


Los muertos de Chiapas, lenta antropología de la miseria, en el oro tolteca de su manto, han dado una simiente fuerte y joven, han dado un capitán llamado Marcos, y así el sol de los muertos, con el sol de los jóvenes, es el águila en sangre que vuela desde Chiapas. Y la vieja justicia, y el reino de los pobres, la ceremonia de los esqueletos, todo se reverdece y se hace nuevo, el indio mejicano, encarnado en muchachas enigmáticas, el pueblo mejicano, con un intelectual de punta en rifle, el pueblo mejicano, antiguo como el tiempo, nuevo como la tierra, renace a la verdura del reparto y le canta a Zedillo las verdades. Es el hondón fecundo de Chiapas contra la burocracia de los pris, son los signos de amor, precolombinos, y los signos de guerra, tan airosos. Méjico es el gran reino de los muertos, es un sagrado Egipto de vasijas, y ahora los muertos, con pasamontañas, son violentas muchachas guerrilleras. (Zedillo ha perseguido a los rebeldes por la selva con perros salvajes. Y me pregunto yo por los perros domésticos, esos perros intelectuales, domésticos y domesticados, que se llaman Octavio Paz o Fuentes, que callan todavía, que callan siempre, queriendo teorizar, el premio Nobel, los signos en rotación de lo que está tan claro: la injusticia y el hambre de Chiapas, que sólo es un adarme de la grandiosa trampa mejicana). Ah los perros salvajes en la selva mordiendo ya la sombra del gran Marcos, y «Marcos somos todos», he leído en el graffito de ahora mismo. Y los perros domésticos, sumisos, el intelectual, el viejo perro, no sabe qué decir, calla el gran crimen, y teoriza el mordisco más el déficit. Octavio Paz, un premio Nobel indio, el aindiado y confuso Octavio Paz, sabe que todo viene del Pentágono, de lo que dijo Clinton al descuido, «no desestabilizar la economía en la gran democracia mejicana». Matan a Fidel Castro con noticias, pero queda Zapata, el mito árido, América es así, hoguera y ogro, y en español conversa la pobreza con los tristes ejércitos del alba, y en castellano muere un zapatista cuando el intelectual echa sus versos. Hoy Chiapas es el mundo, incluída España, una revolución nueva y antigua, jóvenes estudiantes con un arma y muchachas de signo zapoteca asomando sus ojos tan felinos a las grandes hogueras del futuro. (Clinton no quiere líos ni espaldas mojadas ni putillas al otro lado de Río Grande. El Pentágono no quiere guerras en el hemisferio Sur. Wall Street no quiere soltar más dólares/río para la deuda mejicana. El Fondo de Cultura Económica de Méjico es ya un fondo sin fondo, una cultura traicionada por los Nobel, una economía que no llega a fin de mes y un Méjico como una sucursal pobre, violenta, barroca, gentil y siniestra de la Casa Blanca). Ahora somos hermanos, zapatistas, la democracia hiede en todo el mundo, la han putrefaccionado los zedillos y los felipes y los maricones. (Maricón, doble acepción: homosexual, muy respetable, y la expresión puramente insultiva, sin connotación sexual, como hideputa: Cervantes). Ahora somos hermanos, jefe Marcos, más por la contrahistoria que la Historia. ¿Democracia en el mundo, a cuánto vale? La democracia es ya la gran chingada. Sólo hay perros salvajes, de uniforme, y los perros sumisos, pensativos, que sirven al Poder en todas partes. Ese Egipto de barro, muerte y Méjico, de donde va naciendo, selva oceánica, la Atlántida de rifles y de versos y de monos gramáticos, Octavio, y de monos gramáticos, traidor.

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