Artículos Francisco Umbral

Garzón


El juez Garzón se pasa de moda y vuelve. A Garzón no le quiere el Gobierno porque les está desenterrando muchos fósiles, muchos dedos con o sin uña y alianza, no precisamente los de Lasa y Zabala. A Garzón no le quiere la derecha porque es el látigo del GAL, y la derecha aspira a heredar un GAL, o reinventarlo. Mayormente, la derecha ama a Amedo, aunque no lo diga. De modo que Garzón ya no sabe para quién está trabajando, salvo para la Justicia y la verdad, que ya es bastante. Por los snacks de Serrano y por los tabernones del PSOE ya han empezado los chistes sobre Garzón, que acabarán siendo una serie o separata, como lo de Morán en tiempos. En este país, cuando a un tío legal no se le puede convertir en un occiso, se le convierte en un chiste. El chiste es una forma de gloria inversa, de popularidad malvada. Cuando no se puede decir de un hombre brillante que es cornudo, maricón, del Opus, bajonero, picardo, sobrecogedor, tironero o bujalance, se le hace un chiste, que acaba teniendo variantes, hasta completar la serie. Hoy tenemos unos jueces en su mayoría democráticos, cumplidores, valientes, independientes, algunos de ellos brillantes, pero eso no lo soporta nuestra democracia pardilla, pardala, paleta, de sotosacristanes y membrillos, y entonces se dice que Garzón, o el de turno, es un juez/vedette, un fiscal/estrella, un hombre que actúa por salir en las fiestas del Hola. En España, un hombre que cumple sus horarios todavía es noticia. No estamos acostumbrados, claro, a que nadie cumpla con su deber, sino que lo nuestro es que la gente ande barzoneando por el pluriempleo, a la espera del amiguete a quien hacer un favorcillo, y así se van embarneciendo de años, regalos y pereza. El otro día hablaba yo aquí del covachuelismo. El covachuelismo llega hasta muy arriba y eso de que un tipo fiche a su hora, detenga a los ladrones, termine los edificios que empieza, cure a los enfermos o cumpla las promesas políticas, es una cosa que molesta, a ver, es un escándalo, un desorden. El hacer justicia, entre nosotros, todavía tiene algo de escándalo. Al final es más escandaloso el juez que el chorizo. Llevamos más de dos siglos de mala Administración y el que llega de nuevas dispuesto a cumplir, introduce el desorden en nuestro ordenadísimo sistema de dejar pasar, dejar hacer. «Pero qué se habrá creído ese chorvo, ese mierda de Garzón, que se está tomando lo del GAL como si fuera en serio». (Lo del GAL y todo lo demás). Cuando «el milagro alemán», que sólo se explicaba por el trabajo, Manuel Alcántara escribió que los españoles, al trabajo lo llamamos «milagro». Como dice Máximo, en este país, si le das al tema, te lo montas, trabajas duro, ahorras y sabes tu oficio, al final te dicen que has tenido suerte. Garzón denuncia la politización de la vida judicial, mientras Felipe González denuncia la judicialización de la política. Son dos maneras de ver el mismo fenómeno. A Felipe como al atorrao le convienen los jueces un poco camastrones. A Garzón hay una jet que le da cenas, y en ellas me dice tranquilo que acabarán mandándole a provincias a resolver juicios de faltas. La caza de Garzón es hoy el deporte nacional en Madrid. El Gobierno y el PSOE le encuentran demasiado cumplidor. Aquí todo tipo que cumple es sospechoso. Le llaman ambiciosillo y vedette. A la derechona, por su parte, no le interesa nada heredar una justicia incorruptible. Garzón les resulta aspaventoso. Todos sabemos lo que hay detrás de esta montería: un miedo general del país a la verdad, a los muertos del guardarropa, a los yogures de la pastizara. La campaña anti/Garzón ni siquiera es ingeniosa. Y venga de llamarle vedette. ¿Vedette? Se nota que no han merendado nunca con Norma Duval. Como yo.

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