La endogamia
Don Felipe González ha criticado con violencia «la endogamia» que afecta a todas y cada una de las tribus socialistas, olvidando/ignorando que no otra cosa que endogamia fue su sistema de gobierno cuando estaba al frente de la cosa. E incluso después. ¿Qué sino endogamia tribal es ir a la cárcel de Guadalajara a inventar el Gran Hermano en torno a unos detenidos que habían servido, mal o peor, la causa común? Endogamia es poner la mano en el fuego por Mariano Rubio, que murió sin tiempo de confesar sus pecados bancarios. La endogamia supone un volverse la tribu sobre sí misma, un cerrarse con lazos de sangre, y sangre no ha faltado en la trama política del PSOE, en los ritos y ritmos de Ferraz, bajo el tótem y el tabú de un fanatismo que no se sabe bien si inspiraba González o se inspiraba en él (felipismo endogámico). Endogamia es encargar obras eléctricas a un electricista de la familia. FG convirtió rápidamente su victoria millonaria en una trama endogámica donde los vínculos de amistad, lealtad, chantaje sentimental, deuda espiritual y copa sabatina eran más fuertes y decisivos que los vínculos meramente políticos, ideológicos, sociológicos. Felipe González, sí, fue el socialista sentimental que ofreció marcharse con Guerra si se llevaba demasiado lejos el asuntillo sevillí del otro Guerra. Y digo asuntillo en proporción con lo que llegaría a ser todo el romance de la roldanesca, un suponer, que ahora le devuelven cien millones a Roldán por lo de prisa que hicieron los papeles y lo mal que ha salido todo. Los guerristas le devuelven ahora el raquetazo a González mediante la ilustrada gorgona Matilde Fernández, que ha asumido ese papel para recordar al ex que él estaba tan encenagado como los demás en todo lo que ahora critica. Endogamia es una manera natural de producirse, manera primitiva que ha sido luego superada por la democracia, el socialismo y otras formas de organización y gobierno más racionales, menos atenidas a lo irracional y a la voz de la sangre. González nunca fue un socialista científico sino un intuitivo y un personalista, y él crearía el socialismo endogámico, que pasará a la historia política como la manoletina ha pasado a la historia de los toros, o la gaonera. Mientras alejaba, anulaba o ignoraba a los socialistas no endogámicos, sino pensantes, como Redondo o Castellano, el ex presidente fundaba un clan endogámico que tenía algo de la gitanería sevillí y algo de la corrala madrileña, para bien o para mal. Endogamia fue la consagración, beatificación y ascensión a la cárcel de Barrionuevo, donde, para suerte o desgracia del encausado, la endogamia de sangre, piedad y perdón llegaría a paroxismos de mística fatalona. Nada que ver con un socialismo europeo y técnico. La gloria y ventaja de Felipe González es haber inventado la endogamia -Sarasola, bodeguilla- como sustitutivo de la política, de modo que hasta los meros simpatizantes se sentían miembros de una gran familia gobernante, cucharona y eterna. Felipe en su televisión era ya el éxtasis endogámico de la tribu. Ahora maldice de la endogamia. Claro.