Artículos Francisco Umbral

Español e inglés


Ha dicho el señor Piqué que el español y el inglés son las dos grandes lenguas del Tercer Milenio. Yo creo que el inglés será el idioma de los ricos y el español el idioma de los pobres. Como hay más pobres que ricos, acabaremos todos hablando español, incluido el brillante señor Piqué. Efectivamente, y si ustedes se fijan, el inglés se utiliza para hablar del gasóleo, de las stock/options, del dólar, del cine, de la NASA, del cono polar, del bridge y de la monarquía inglesa, que quedaría mucho más amena con un Froilancito. Ellos no saben explotar la fotogenia y la imagen de un Don Froilán diminuto, pues consideran que a los niños y a los perros no se les enseña hasta muy mayores (muchos perros ingleses han muerto de viejos sin darse el gusto de mear nunca en Picadilly). Los Borbones, en cambio, que son puro pueblo, saben tirar de niño espontáneamente, y eso les da votos sentimentales. Pero a lo que te iba. El español, lengua de pobres desde don Quijote, que tenía que esperar a que llegase el domingo para comerse un palomino (era su fin de semana), quedará como idioma subalterno para hablar de lo caro que está todo, de las lesbis y asesinas de provincias, de raros militares que salen de armarios, del calor que ha hecho este año en Marbella, de los támpax de Ana Obregón y del fútbol, que también es palabra inglesa. Se teme uno, sí, que el español se quede en un slang para los temas del marujeo, o para los trapicheos del Rastro, que es la Bolsa de los pobres. Siempre que me llega un talón extranjero me llega en inglés, aunque yo la cosa la haya escrito en castellano. Pero creo que, en lugar de resignarnos a ser esta lengua segundona que nos consideran los anglos, el español debiera dar la batalla en todos los frentes y mercados. Somos un idioma mucho más movedizo y elocuente que el inglés. No permitamos que nos cuelen más monosílabos, onomatopeyas y latines irreconocibles, que es de lo que está hecha esa lengua. El español puede mantener su paridad en el mundo porque es más claro, más explicativo, más literario, más palaciego y más esquinero que el otro. Ahora está de moda decir o cantar en inglés, sobre todo cantar: esos conjuntos vallecanos que hablan un inglés de ferretería y con eso salen por la tele, creyendo que Cabestreros es Liverpool. Traducimos demasiada literatura inglesa, todo lo malo, o dejamos que nos la traduzca un estudiante argentino que pone «se giró» por se volvió, «ingesta» por ingestión, «panceta» por panceta, pero muchas veces, «ayá», por allí y «parado» por levantado. De inglés saben algo, de argentino otro algo y de español nada. Esas traducciones espurias son las que lee nuestra juventud literaria, y así escriben luego. El español tiene que empezar la guerra desde ahora mismo -no desde «ya mismo»- para posesionarse del III Milenio con tanta naturalidad como Don Froilán, porque es que llevamos siglos pidiendo limosna en castellano y nos la dan en anglo, como ahora el gasoil. El español, en Nueva York, ha sido una lengua con navaja. Ahora queremos ser una navaja que habla.

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