Artículos Francisco Umbral

Un clásico: Mihura


Miguel Mihura cumple 100 años en el teatro Príncipe/Gran Vía y lo hemos celebrado con Tres sombreros de copa, que ha montado Pérez Puig, un admirador convencido de la genialidad de Mihura. El viejo maestro trajo a España el teatro del absurdo, aunque en realidad no trajo ni llevó nada, pues Mihura siempre fue un universo cerrado en sí mismo y que no se proponía influir ni que le influyeran. Vino a coincidir en el tiempo con Ionesco en el teatro del absurdo, pero finalmente su absurdo es más sutil que el de ningún otro, menos ambicioso de significados que ningún otro y más otro que ninguno. En las vanguardias de nuestro imaginativo siglo XX hay tres acontecimientos teatrales: Beckett, Bretch y el absurdo. Aquí es donde pillamos a Mihura, que viene huido del periodismo, escribió lo de los sombreros en la cama, enfermo, en 1932, fundó La Codorniz y se la quitaron llamándole fascista mientras ponían de director a un falangista, Alvaro de Laiglesia. Con todos estos eventos, Mihura va a emborracharse a Chicote con la extraña familia de las modernas y meretrices, para olvidar con el whisky el fracaso de Tres sombreros de copa, que se estrenaba con gran éxito. Había nacido el teatro del absurdo, con gran anticipación sobre Europa, y Miguel no lo sabía. Ni Jardiel ni Adamov ni Arrabal ni nadie ha llegado a su capacidad para el absurdo, para la descolocación de las cosas y los personajes, que luego resulta que son personas. Jardiel, su pretenso maestro, todavía se siente obligado a explicar el absurdo en el tercer acto para no perder a su gran público burgués. Mihura comete el disparate de no justificar el absurdo, porque lo va justificando en cada escena, en cada frase de esta gran obra de los sombreros y del teatro posterior. Lo que sí pensaba hacer, como me dijo cuando yo le visitaba en General Pardiñas, cojo y solitario, era devolver lo de los sombreros a una estructura fácil de absurdos ligeritos donde toda la grande y pequeña burguesía va quedando fusilada por la escritura de Miguel Mihura. Años republicanos, años fascistas. A Mihura parece que le da igual, pero en cada frase suya fusila a un estamento de la derecha e incluso a algunos de la izquierda. Lo que no hace el sutilísimo MM es dejarlo por escrito, según el teatro testimonial de Buero y otros. Tuvo que quitar conejos y cazadores para que los matrimonios del Infanta Isabel fueran a verle, tuvo que quitar absurdo para ser más comercial (era un cínico, no un místico), tuvo que explicar el absurdo, como Jardiel, pero Mihura es en esencia la deshumanización del teatro, por decirlo orteguianamente. La obra de anoche es el ejercicio más puro de teatro absurdo y profundamente humano que se hiciera en el siglo XX en España, cuando la guerra, cuando la paz, cuando las vanguardias, cuando la bohemia era el circo y cuando el amor era una carraca. Digamos que Tres sombreros es una obra republicana, por la época y el contenido. Pero todo esto a mi viejo amigo y maestro MM le daba como igual. José Luis Coll, que le maldijo en vida, tiene aquí el mejor papel masculino de la función. Pérez Puig le ha seleccionado con gran acierto. Mihura, un clásico para siempre, es lirismo golfo y acierta por abajo sin necesidad de empinarse sobre su pata coja.

Comparte este artículo: