Artículos Francisco Umbral

Don Alberto Lista


Durante el franquismo hubo algún alcalde alegrillo que cambió de nombre la calle de don Alberto Lista y le puso Ortega y Gasset por el hecho de que Ortega había vivido en esa calle en alguna ocasión. A Franco no le gustó nada este cambio, y así se lo dijo al alcaldillo: - ¿Por qué le ha quitado usted el nombre de don Alberto Lista a esa calle tan histórica? - Perdón, Excelencia, pero no olvidemos que don Alberto Lista era masón. Llegados al ápice de la conversación, Franco lo arregló rápido.«Creo que quedaría mejor como Alberto Lista, que es como la conoce la gente». El rebaño de cabras, o sea Harley Davidson, aparcadas en rueda bajo los metales de un sol blanco y ocioso. Las boutiques inaugurando su orgía otoño/invierno en los escaparates, las primaveras de Botticelli retornando cada mañana con un vestido nuevo. Lo escribió Juan Ramón Jiménez: «La primavera, niña errática y desnuda, va a ofrecerle a la vida un nuevo traje y busca inspiración en el paisaje». Juan Ramón vivió en muchas casas de Madrid y puede que escribiera esto mirando desde su balcón para los balcones de Ortega y Gasset, que es una calle como un museo de balcones y luce desplegados todos los resoles del sol de Madrid. Ahora nos informan de que Ortega y Gasset, con alguna otra calle madrileña, aparece como la más cara y comercial de España. Es un inesperado homenaje a nuestro pensador y político. Madrid salta por encima de la Amazonía de la Castellana y consagra su geografía en la esquina de un banco donde hay unas manos y otras metáforas escultóricas de Pablo Serrano. Uno ha conocido Ortega y Gasset desde los buenos tiempos de Alberto Lista, un masón que le caía muy bien a Franco. Uno ha conocido Lista con árboles y sin árboles, con estatuas y sin estatuas, con moteros y moteras. Allí es donde las elegantes del vestido encuentran sus conjuntos de vestidos y desnudos, por allí viven los Duques de Lugo, Ortega y Gasset es algo así como la playa desnuda de Madrid donde se practica un nudismo de entretiempo.Cada escaparate es una capilla pagana, cada modelo inicia a la mujer en el arte no ya de vestirse, sino de desnudarse. Cada mujer es un desfile completo de mujeres. Lo dijo el poeta: «Todas las rosas son la misma rosa». La calle del filósofo es el ápice de la elegancia y la desvergüenza de Madrid, o sea muy representativa en la geografía, muy significativa en la economía y muy liberal en la anatomía de las mujeres que se visten para el fogonazo de la mañana y se desnudan para la moda de la noche. Ha estado uno pensando si lo que mueve a los nacionalismos auñones no será la codicia de Madrid, la codicia de una calle Mayor que lo tiene todo: Preciados como mercado persa de la medianía ilustrada, Serrano como relámpago de la Historia adonde acuden caballos de hierro, y Ortega y Gasset con su lujo de Edad Media, siglo XIII, verano en Mallorca y cenas señoriales de Cuqui Fierro.Va a ser eso: Madrid ha reunido con elegancia joven los archivos mundanos de toda España y sólo una calle tan histórica permanece tan viva. Y tan cara.

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