Artículos Francisco Umbral

Nihilismo


Diversos pensadores se han dedicado a escribir, desde el 11/S para acá, sobre las motivaciones locales y las consecuencias mundiales de un suceso que la banalidad de los frívolos o el miedo de los vividores está dejando en nada, reduciendo a dulce cementerio alegre, por pereza ante la trascendencia del caso o ignorancia de su complicada clave. Pero el 11/S viene a ser el éxtasis de un momento histórico que se pretende ahistórico, es decir, el nihilismo. La decadencia de Occidente, el crepúsculo de las ideologías, el crepúsculo de los dioses, etc., se han explayado en un nihilismo global que llamamos globalización para disimular el vacío y ponerlo en acto. Si los grandes imperios probasen a ser un poco humildes, abandonarían la grandeza retórica de su discurso y procurarían el bien y el pan de las tres cuartas partes de la humanidad con hambre. Desde Cristo y desde antes sobra elocuencia y falta reparto.Los Estados Unidos, Rusia, la Gran Europa, los imperios de Dios y del petróleo se han quedado sin discurso y de ahí lo silencioso de esta guerra de pocas palabras que estamos viviendo. Hay una curvatura universal que se inflama por expandir y extender, pero no hay nada que expandir ni extender y entonces nos venden marcas, por un lado, y nos venden la afilada luna de alfanje por otro. La verdad profunda y vacía de la Historia es que estamos ante la Nada, pletóricos de tanques y de sandwiches, huérfanos de humanismo, de justicia y de Dios. El nihilismo es la nada en acción, el desprecio de todo lo erigido por el tiempo y la destrucción de todo lo que nos desafía armoniosamente, como los Budas que fusilaron los talibanes o las Torres que cayeron en Manhattan. El hombre sin proyecto, el hombre embriagado de nihilismo, que no es sino una pobre borrachera eslava, es el que echa por delante al Oriente para que viole a Occidente, como a una secretaria de las Torres, mediante el falo turbio y fanático de un avión de pasajeros perdidos. Aquí en España estamos viviendo unos años de nihilismo que sólo la ingenuidad hacendosa, creativa y optimista de José María Aznar o de su rey puede disfrazar con una prosperidad dominical y faldicorta. Pero el nihilismo que se respira en el aliento de los nacionalistas extremados, cuando hablan al vacío de las multitudes, es algo más que una coartada autonómica o un sueño separatista. Los españoles nos hemos vuelto nihilistas sin saberlo porque el socialismo de Felipe González fue un fracaso y todo lo prometido para después de Franco fue un vodevil con momentos muy hermosos y heroísmos fugaces. Lo que más promueve hoy al pueblo es si el príncipe Felipe se casará con la modelo o con otra modelo, porque ya no hay princesas que cantar. Todo esto tiene un resabor doméstico y entrañable que nos parece muy bien, pero que el propio príncipe trata con elegante displicencia. A lo mejor también él está tocado de nihilismo.Los guerrilleros del Norte sueñan una Arcadia de ikurriñas y fusiles, pero uno se pregunta si el más sagaz de todos ellos no estará con la tos del nihilismo, preguntándose adónde van y huyendo hacia adelante. El problema local es anecdótico pese a los muertos. El problema es un contagio de la globalización del nihilismo que lleva a Arafat a esperar la muerte en la cocina.El nihilismo es una lepra que heredamos del XIX.

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