Artículos Francisco Umbral

Anne


La señorita Anne sale o salía todos los mediodías por el chisme contándonos la actualidad menstrual de las famosas y la inactualidad insoportable de los famosos, de nuestros famosos, tan antiguos todos ellos. Y digo que sale o salía porque a la señorita Anne me la imagino relegada a un pretérito indefinido después de los desnudos que se ha hecho para una revista del género, cobrando millonadas, se supone, a cambio de tres conchas de bisutería que habrían tenido más honesto uso haciendo con ellas unas gafas de concha. Pero no iba a salir la señorita Anne con unas gafas de concha en sus partes, como si fuera miope por ahí abajo, buscando entre las dioptrías el avión/bomba que la puede atravesar en cualquier momento con la misma dulce levedad que si fuera una Torre de Manhattan. Un monumento sí que es la señorita, y digo señorita porque Anne pertenece, efectivamente, a esa heráldica a extinguir de las señoritas, que murieron todas con el franquismo. Hoy tenemos la chai, la jai, la tiorra, la compacta, la señora, la yogurina, la gachililla, la choriza, la choricilla y por ahí seguido. Pero ya no van quedando señoritas, como digo. La señorita era un cruce de marquesa y dálmata, de niña bien y casada joven, de educanda de las monjas y casadera un poco pendoncete, pero sólo un poco.Hoy van de rompe y braga o de feministas con la braga de esparto o de novias de un príncipe que todo lo aprendió en los libros de contabilidad. La señorita Anne vivía de dar noticias y de pronto se ha convertido ella en noticia, en hermoso titular a toda portada, a toda pastilla, a toda braga. Lo dijo el clásico: «A las que sepas, mueras./ Y sabía hacer saetas». La señorita Anne sabía hacer noticias y de repente se convirtió ella misma en noticia, sintió una mañana que sus senos eran noticia, que su concha de Venus era noticia, que su cintura, inverosímil como una ballesta, era noticia. Les pasa a muchas señoritas en esta época de transición y también nos pasa a los hombres. Eso fue el nuevo periodismo: la conversión del reportero en reportaje, del noticioso en noticia, porque el periodismo se lleva en la sangre y hay un momento en que nos invade. Tom Wolfe cogió y se puso un sombrero blanco y un traje blanco con chaleco y zapatos de lo mismo. La señorita Anne se lo ha quitado todo, como las protagonistas de sus informaciones y así se ha encontrado a sí misma además de encontrarse unos milloncejos, supongo. Profesión viene de fe y el periodismo es una profesión tan arraigada en algunos que acabamos confundiéndonos con la noticia misma. Para que se vea la verdad de este oficio nuestro, la señorita Anne estaba tan saturada de comunicarnos la belleza de las demás que un día, tal que ayer, ha decidido comunicarnos su propia belleza. Ya dijo McLuhan que el mensaje es el medio. La señorita Anne, dulcemente fatigada como mensaje y mensajera, se ha sumergido desnuda en el mar de la actualidad dejando que olas de la mar la lleven. Seguramente no pretende más que eso: probarnos que ella es tan hermosa como las fermosas y famosas. Pero no por eso dejará de ser una tía exquisita, una señorita de escasos medios (ahora engrosados) y una hija de familia con principios.Lo que más encanto le da a su desnudo, que acabamos de ver, es cómo se le nota lo mucho que le ha costado decidirse a soltar el primer lacito. Lo demás viene solo.

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