Artículos Francisco Umbral

Una hora baja


En contraste con la prosperidad económica ésa que dicen, estamos políticamente en una hora baja, quizá la más baja de nuestra anoréxica democracia. Quiero decir que el insulto ya no se practica en torno a un tema político o social, como siempre, sino en torno al insulto mismo. No es que se debatan cuestiones fundamentales (para nada) con palabras crudas: es que sólo se debaten palabras crudas en torno a otras de igual crudeza o de crudeza creciente. El diálogo político entre los dos grandes partidos se ha reducido bochornosamente a una olimpiada de insultos donde lo que se debate y cuestiona es el insulto mismo. Como todo va bien, según dice el Gobierno, en lugar de aprovechar esa prosperidad, cierta o convencional, para hacer cosas (cosas por la mujer trabajadora, un suponer), dedicamos nuestros ocios lujosos de país de primera a la bronca continua de casino de pueblo, a la destrucción sistemática del contrario. Lo que pasa es que aquí nadie se destruye, pues el gentío ya ha entendido que estamos en unos juegos florales inversos, a ver quién es más ingenioso, a ver quién huele peor, pero todo por pasar el rato hasta que llegue la bayoneta calada de unas elecciones. Nuestros políticos no hacen otra cosa que afilar y mejorar la panoplia de las injurias (bastante vulgares) con vistas a un Ayuntamiento o lo que caiga. Siempre ha habido juego verbal en la política, y más en la democracia, pero nuestros ancestros eran ingeniosos, desde Romanones a Azaña, eran sutiles, creativos en el insulto, vivos en la réplica, y por tanto hombres de talento, que de paso resolvían o no resolvían cuestiones graves. Estos de ahora son unos iletrados que se dicen lugares comunes. El PP no aprovecha para denunciar en su totalidad la corrupción PSOE, sobre la que tanto tenían que decir, al parecer. Asimismo, el PP no concreta su regeneracionismo gaseoso, sino que pierde el tiempo pensando chascarrillos y colmos para usarlos al día siguiente contra la oposición. Por su parte, la oposición no actúa de tal, como ya tengo dicho aquí, presentando un programa vibrante y verdadero que ponga en pie a los tendidos de sol y los barrios obreros, sino que van dejando llegar las sucesivas elecciones en unos «primores de lo vulgar», nada azorinianos, donde nos explican que hay un chorizo en una autonomía del PP. Habrá miles de chorizos, seguro, pero sólo se les combate desde un bosque de Macbeth, profundo y progresivo, que se acerque al presente con la coherencia, la grandeza y hasta la belleza del bosque. Una hora baja, sí. Una hora baja de España, con políticos que prefieren el insulto al diálogo y la facecia a la argumentación. Y esto por ambas partes. No es, como digo, que suenen palabras fuertes en torno a un tema fuerte, sino que generalmente no hay tema y las palabras luchan en cuerpo a cuerpo con otras palabras, pero de ahí no salta una chispa ni una idea. Hora baja de España, tristeza de las cosas, fragor de los políticos, nada. Que no se envilezcan más en la diaria contienda de graciosos esquineros, que hablen de algo serio, que resuelvan España, que no sean tan ocurrentes, que se callen. Bajo el común silencio puede nacer algún pensamiento. Bajo esta greguería de mercado sólo nace el despojo de la berza.

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