Artículos Francisco Umbral

Humor blanco, humor negro


Me invitan a presentar un libro de Alonso Millán donde el autor recoge una antología de sus mejores comedias. Millán tiene algo de la fecundidad de los clásicos, y también la capacidad de juzgarse a sí mismo con generosidad crítica. En este libro lo dice: «Lo mío es el humor negro». Pero él y yo nos conocimos e intimamos en la época del humor blanco, o sea el franquismo de los 60. Todas las dictaduras han dado un humor blanco o neutro. El humor blanco tampoco es inocente, sino que consiste en una manera más distante y aplaciente de criticar lo que hay. En Mayte, la habitual movida de teatraleros, los habituales escotes a los que nunca nos acostumbramos, pues ya dice la ciencia última que las apariciones sexuales impresionan más a los caballeros. Alonso Millán ha hecho humor blanco, humor negro y de todos los colores. Enrique Llovet, crítico de ABC, le definió en su aparición relampagueante como «el más brillante de nuestros jóvenes conformistas». Pero Alonso Millán, haciendo su conformismo al revés, nos ha dado creaciones muy singulares del humor negro, como El cianuro solo o con leche.Decíamos que el humor blanco siempre da fumatta bianca, como el Vaticano, pero, también como en el Vaticano, la procesión va por dentro. En Mayte no cabrillean los ombligos decisivos; Mayte es anterior a la generación de los ombligos y los jóvenes conformistas van teniendo ya cerca de 70 años, como Lázaro Carreter y otros muertos vivísimos. El humor negro se lanza a la crítica social con el bolígrafo entre los dientes. Empezó con La Codorniz y termina con Alonso Millán, pasando por varias novias terribles con el atributo de sus tres narices, como la de Ionesco. En Mayte había varias. El humor negro se diferencia de los otros en que no hace la acostumbrada crítica de la vida, sino la crítica de la muerte. Alonso Millán es un primoroso y demorado crítico de la muerte sin sangre. Llevado por el realismo español, a los muertos les pone un puro en la boca. Así, el humor negro no tiene nada que ver con el picaresco humor de la tele, salvo que Urdaci, un chico listo, me cita de vez en cuando. Ya Miguel Mihura maldecía en nuestras conversaciones el humor de la tele: «El humorista soy yo y esto voy a decirlo muy alto en la Academia». En las elecciones de esta semana ya no hay humor blanco ni negro, porque todos se llaman asesinos unos a otros.En todo caso, Alonso Millán, el conformista más rebelde de nuestro teatro, se afiliaría a la abstención. La abstención es un humorismo blanco que consiste en dejar las cosas como están. Bastaría con darse una vuelta por Mayte para saber que el humor negro era cosa de unos tiempos más felices, cuando los políticos aún no habían descubierto los pactos contra natura y las mujeres no habían descubierto el ombligo. Todo el teatro de Millán es una crónica general de la vida española desde entonces a hoy. Leyéndolo, parece que el conformista no ha estado conforme con nada. Es el último del 27 del humor y después de él sólo ha venido el travestismo hortera de Martes y Trece. Millán es un humorista de la muerte como nuestros clásicos y románticos. Lo que mejor le sale es matar gente.

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