Artículos Francisco Umbral

El voto ideológico


El voto de la abstención -llamémosle así- no es sino el voto ideológico. Quiero decir que quien vota principios y por principios, se ha abstenido, porque los principios han sido generosamente traicionados por las dos grandes formaciones de nuestro bipartidismo. Ni los liberales han hecho liberalismo saludable ni los socialistas han hecho socialismo a fondo, porque en el fondo del socialismo es donde yace España. Las papeletas de que disponemos para los recuentos son lo que hoy se llama voto útil, y que uno llamaría voto práctico. Es decir, que vota aquel que espera conseguir beneficio, mejora, lucro inmediato, conquistas sociales o personales, y también el que se propone la victoria de su partido porque lleva esas siglas bordadas en el alma, ya sean ejemplares o vergonzosas. Y así es como el voto ético se abstiene, pues el votante -el no/votante- sabe que ninguno de los dos partidos le va a dar lo prometido: más democracia, más justicia, más libertad, más decoro social, más fidelidad a unos viejos programas que siempre se aplazan o malversan. El que se abstiene de votar está perpetrando en sí mismo una mutilación. Es doloroso no votar. No es una alegría ni un picnic ni una fuga. Es una manera de dejar claro el repudio a unos gobernantes mentirosos que ya de camino a La Moncloa van perdiendo por la carretera los principios ideológicos. El voto ideológico, sí, es la media España que reprocha silenciosamente a la otra media su politización profesionalista, su sucio profesionalismo político, sus cambios, giros, pactos y farsas. Nuestros políticos están saturados de política y en la pasada campaña se han dedicado más unos a otros que a la nación y sus intereses. De ideologías yo no he oído nada, salvo a Julio Anguita, y así es como se ha quedado sin el «voto útil». Es muy esperanzador que los nacionales vuelvan al PSOE por unas u otras razones, todas válidas, pero esa vuelta supone un mandato de progreso, socialismo y legitimidad para los jefes. Quienes no creen ya que el hombre sea perfectible, ni siquiera el hombre socialista, son los que más se han abstenido. Dicen las máquinas que los socialistas han sido más perjudicados por la abstención que el PP. Está claro para quién iba el castigo. El hombre de izquierdas es generalmente el hombre con atributos éticos, y no quiere compartir la cal viva ni la «mierda». En la derecha es otra cosa. El votante de derechas es fanático (el otro día distinguía yo aquí entre rojos y fanáticos), absoluto, de una pieza, imparable, decidido y veloz, sin lastre de ideas ni ideologías, movido sólo por los resortes elementales de la tradición, la familia y hasta el municipio. Ese no se abstiene, aunque Aznar, con buen acuerdo, ha tratado de moderarle. Si conocerá él a su majada. En el voto ideológico, enigmático, jamás emitido, se expresa la media España ética, decorosa, progresista. El voto ideológico no aflora cuando estamos ya tan lejos de las ideologías. El no/voto (aparte ignorantes y alérgicos a la política), o sea la abstención, es la respuesta silenciosa de media España al eurocapitalismo, la derechona, las bandas armadas y el pragmatismo hortera de nuestros líderes. La abstención no es apoliticismo: es sentido común.

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