Artículos Francisco Umbral

Monzón


El general Monzón es el último asonado del XIX, el último amotinado, el último pronunciado. Dice Cándido que nuestro XIX rebosa de periodistas. De lo que rebosa es de espadones, y no sólo el de Loja. El último espadón, con espadón impreso, guerra de letras, es el general Monzón. Creíamos que tan ilustre tradición se había terminado con Tejero, a quien Monzón invoca mucho, pero ocurre que sigue en él mismo, y a mí Monzón me parece una pieza para llevarla al Museo del Ejército, que está detrás del Prado (la pintura ocultando los cañones), junto a la artillería tomada al moro. Lo que no veo yo es esa manera de cesar al general Monzón, o de hacerle que cese, porque hacía la guerra por su cuenta, una guerra como de García Márquez, que el general sacaba 30.000 púas por boletín beligerante. Monzón es un salvapatrias que te salva la Patria por treinta mil, lo que cuestan unas cigalas en un sitio correcto. Los amotinados románticos estuvieron siempre a sueldo del capital, del Poder (leed a Valle, coño, que ya está bien de Fortunata y la otra), pero las cosas han cambiado, o sea los tiempos, y Monzón ya no encuentra quien dé un ducado por su boletín. De modo que se autofinancia y va salvando España, va ganando una guerra, lástima que se lo hayan cortado en seco, aquí una denuncia de este papel, Pedrojota siempre tiene que joderlo todo, las cosas más bonitas de Madrid, porque él es medio etarra y no nos quiere. Pero Monzón es una figura muy madrileña. Yo a Monzón lo veo en la Puerta del Sol vendiendo su prospecto salvapatrias, salve la Patria por quinientas pelas. Monzón viene de Sawa, de Répide, de Retana (cantado por Villena), Monzón es una viñeta madrileña y tardía que habría que musear y no tratarle como lo han tratado. Todo empezó cuando el alcalde Alvarez del Manzano y de la cosa, que es la derechona en cuerpo y alma, puso de jefe de la guardia municipal a un militar, a un general, que militarizó el Ayuntamiento, o sea. El nombramiento de Monzón fue muy criticado por los políticos y los medios, pero Aznar no dijo nada, y Aznar, que recibía últimamente la hoja parroquial de Monzón, sin haberla pedido, tampoco dijo nada, para que sepan ustedes lo que trae la derechona, generales golpistas hasta entre los guardias de la porra. O Aznar no tiene reflejos o ampara a estos salvapatrias románticos y letales. Lo cual que sigan ustedes votando PP, venga a donde está el sabor, venga al sabor del franquismo. Ahora, Alvarez del Manzano y de la cosa se encuentra con un militar del museo de cera que debiera estar en Sol, ya digo, entre los vendedores de gomas de paraguas, los trileros esquina Carmen, los manfloritas, los anarquistas de la librería San Martín, los chaperos, los ramoncines, las negronas del avío y aquéllos que dijo Ramón: «Las almas de los sablistas muertos flotan en la Puerta del Sol». Ahí es el sitio de Monzón, pregonando su prospecto salvapatrias y follamadres hasta reunir las 30.000 para tabaco, que Asunción se lo hace de picadura de Roldán, que Asunción tiene unos tics y fuma celtas, y Monzón se sacó un libelo por ganar para tabaco, que lo del sueldo hay que entregarlo en casa, de paso que liberaba España ofreciéndote el Glorioso Alzamiento y la Santa Cruzada por la voluntad. De tipos así está llena la derechona que viene, salvo Martín Villa, que ahora está en el flash y es muy listo y medio paisano mío, por leonés. Pero lo que se ve a trasflor, o sea la fauna, son tipos como Matanzo, Monzón y Mercedes de la Merced, motines, pronunciamientos y asonadas por la España eterna, fuera el rojo. Se les ve ya en sus traspatios, reunidos, clandestinos y ominosos. ¿Podría Aznar cortar con todo eso? Me duele por Monzón, que nos gustan las mismas, Celita y la Mercedes, el piernamen. Yo soy un pronunciado de los otros.

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