Artículos Francisco Umbral

La Pantoja


La alta sociedad del dinero y el faralae está viviendo una transmutación milagrosa desde aquel día remoto en que todas las folclóricas se hicieron de verdad y Jaime Peñafiel se fue a Londres a comprar un título y un local de portería oportunamente instalado. Pero a Jaime le sobra talento y le falta humildad para levantar el negocio de la prensa del corazón. Queremos decir que el folclore español no resulta exportable para venderlo en Picadilly, Londres, ni para comprarlo en París. Ahora en el verano, con el desnudismo de Ibiza y los desplantes de Julián Muñoz, el gran chuleta, La Pantoja va a subastar las bragas y Ortega Cano el álbum familiar y taurino, con las mejores piezas de las mejores ganaderías. Sólo los grandes ganaderos pasean una heráldica semejante a la de los grandes duques. Nos han invadido bodas gloriosas, bautizos de lujo, fallecimientos exquisitos y playas de los Países Catalanes y de los Países Vascos. No vale decir que esta gente es vividora porque se trata de la gente que mueve el dinero, que exhibe la pasta, que ha hecho de su vida una bulería y así les va, o sea divino, alegre total, hasta el punto de que han cambiado las ruedas del calendario y la Pantoja se lleva detrás a su público atroz y a toda la banda de la pasta, la fama y la lista de discos. Ahora Isabel Pantoja le ha puesto un sueldo a su casta para que le escriba las coplas hondas del mucho sufrir y el mucho cobrar. Así como Jaime Peñafiel le escribe alguna columna al gentío, por lujo, Julián Muñoz se las escribe a los flamencos del colmao que la visitan a deshora a Isabelita, y luego viene la copla aristocrática que levanta el vuelo en los jardines privados de Madrid. Esta gente ha decidido vivir con música y no dejan la guitarra ni para ver al Rey, que no se deja ver y hace bien. España se repite y para ser rico hay que tener dinero, qué ocurrencia, porque los flamencos están llenos de faralae que asoma los flancos como el Banco de España. Con los calores del verano se han casado los más guapos repartiendo euros, comprando prensa que les vende barato y llevándose los toros de San Fermín para que alguien les ayude a morir en la calle. Corre el dinero con ese sudor macho de los sanfermines, corren los mozos sudando la alpargata y corre la sangre con ganas. Madrid es unos sanfermines del dinero, un Rocío de caballos de sangre y una revolución de fotógrafos que reparten el toro por toda la ciudad. La que se casa con toro está más segura de que se la va a llevar un primer espada de Azca prendida en los cuernos de la Castellana. En España hay dinero, cosa que ya se sabía, pero es que ahora van enseñándolo hasta la liga romántica y goyesca, que últimamente todas se visten de Goya para contraer, hasta las más yogurinas. No sabemos si es la democracia, la liberté, la pastizara de papá o los ahorros de mamá. Me escribe Miguel Oriol sobre el tema. Tengo que preguntárselo a él antes de que se vaya de padrino de alguna boda de verano. Es tema que le flipa y del que sabe mucho. A ver si echa una mano, o sea.

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