¿CÓMO CONOCISTE A UMBRAL?


La Fundación Francisco Umbral junto con la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Majadahonda, lanzarón esta iniciativa durante el primer confinamiento que sufrió toda España por causa del Covid 19.

Entre los meses de Marzo-Junio 2019 y experimentando este encierro, fueron muchas las personas que nos enviaron su historia. Todos ellas, valiosas, originales y emotivas. Unas de talla más literaria, otras, simplemente recogen una vivencia en tono coloquial y algunas acompañadas de fotografías que inmortalizan el momento o el sentimiento. Las iremos publicando mes a mes en nuestra web. Esperamos que disfrutéis de estas historias como nosotros lo hemos hecho. ¡Muchas gracias por participar y hacernos revivir a Umbral! .


Antonio Gómez Rufo

Escritor.

Intento echar la vista atrás, rebuscar en la memoria, y no encuentro el momento en que conocí personalmente a Umbral. Puede, incluso, que me conociera él antes a mí porque me citó varias veces en las “negritas” de sus columnas diarias de El País de la época. Eran los primeros años 80 y yo andaba trabajando con el profesor Tierno en el ayuntamiento madrileño y enredando con un club de debates con don Julio Caro Baroja y otros amigos. Por ello, tal vez nos conociéramos en alguna actividad pública. También, seguramente, coincidiéramos en el Café Gijón mientras fue por allí e intercambiáramos algunas palabras. Y, con toda seguridad, compartí con él un ciclo de conferencias en la Universidad de Ciudad Real a la que también asistió mi maestro y amigo Berlanga, otro inolvidable. Quién sabe; quizá tuviéramos otros muchos momentos de complicidad y encuentro (años después presentó en público mi novela, “Natalia”), pero ya no me acuerdo si hubo un antes más personal e íntimo.

Y si he utilizado el término complicidad es porque al menos hubo uno entre nosotros, y además muy extraño. Una experiencia limítrofe con lo surrealista que nos regaló una amistad que duró en el tiempo hasta el final de sus días.

Era 1985. En aquella primavera organizamos en el Centro Cultural de la Villa de Madrid la Primera Semana española del Erotismo, un evento que inauguró Cela con una conferencia y, tras la participación de un centenar de intelectuales y artistas en diversas mesas redondas sobre aspectos parciales del erotismo, la clausura correspondió a Francisco Umbral con una conferencia cuyo contenido era narrar un estriptís al revés, esto es, acompañando su disertación con una modelo que salía desnuda e iba vistiéndose a lo largo de la misma. Como es natural, había que encontrar una artista que quisiera participar y, en su busca, una noche nos fuimos Umbral y yo a recorrer los locales más sórdidos del centro de Madrid a rastrear espectáculos en sexo en vivo en el que pudiéramos encontrar a la protagonista adecuada para el evento.

Fue una noche interesante, pero, también es verdad, no tan divertida como se esperaba. Los locales eran oscuros, malolientes, ahumados y poco salubres; los espectáculos, tediosos; los protagonistas (ellas y ellos), nada atractivos, y lo que buscábamos, inexistente. Teníamos unas expectativas demasiado elevadas, quizás. Así es que entre recorrido por bares y copas nunca terminadas se fueron pasando las horas y aquello terminó pareciéndose a una pérdida de tiempo. Así es que finalmente, y a falta de mejor avío, dimos en un último local con una bailarina de estriptís de edad avanzada y sin ninguna gracia que, por descarte, fue la elegida para hablar con ella. Me sorprendió, a mí por lo menos, que no dijera que no cuando entramos en su camerino y le propusimos nuestras intenciones, tan extravagantes, aceptando con naturalidad lo que le solicitábamos y el contrato que le proponíamos: una actuación de media hora, desnuda, en un local municipal.

La conferencia resultó interesante, como era de esperar tratándose de Paco Umbral, pero su compañía, la modelo en cuestión, estuvo correcta. Sin más. Lo habíamos ensayado antes una vez y sin decir nada (no recuerdo haberle oído decir ni una palabra, solo obedecía las indicaciones de Paco sin siquiera una mueca), el acto se celebró, cobró lo prometido, se fue y no hubo más.

Lo anecdótico no es el acto cultural, que salió normal. Lo reseñable fue aquella noche de búsqueda por los vericuetos mal iluminados de las callejuelas serpenteantes del viejo Madrid en la que nos contamos tantas cosas, trenzamos tantas complicidades e intercambiamos tantas opiniones sobre lo divino, lo humano y lo sicalíptico que aquellos hilos forjaron un paño de amistad que perduró siempre.

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