¿CÓMO CONOCISTE A UMBRAL?


La Fundación Francisco Umbral junto con la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Majadahonda, lanzarón esta iniciativa durante el primer confinamiento que sufrió toda España por causa del Covid 19.

Entre los meses de Marzo-Junio 2019 y experimentando este encierro, fueron muchas las personas que nos enviaron su historia. Todos ellas, valiosas, originales y emotivas. Unas de talla más literaria, otras, simplemente recogen una vivencia en tono coloquial y algunas acompañadas de fotografías que inmortalizan el momento o el sentimiento. Las iremos publicando mes a mes en nuestra web. Esperamos que disfrutéis de estas historias como nosotros lo hemos hecho. ¡Muchas gracias por participar y hacernos revivir a Umbral! .


Eduardo Martínez Rico

Un verano con Francisco Umbral.

Trato de pensar en el mejor verano de mi vida, y es posible que varios sean los candidatos, acaso muchos, porque es el verano la temporada del año que más me gusta, en la que más disfruto y en la que mejor escribo. Pero me he decidido por contar la historia del verano en el que hice mi primer libro publicado, Umbral: vida, obra y pecados, en 2000. Yo había conocido a Umbral el año anterior para hacer un trabajo de investigación, un trabajo académico por una beca que me habían concedido. Fue un sueño ir a su casa y entrevistarlo. Cuando al fin decidí hacer mi tesis doctoral sobre él fui a entrevistarlo de nuevo. Yo había hecho los cursos de doctorado, y en ese tiempo me había dedicado a leer y a investigar su obra y su figura, a fondo. Para mi sorpresa me dedicó todo el tiempo del mundo. Quedábamos por las tardes para hablar de su obra, sobre todo los domingos por la tarde, que era cuando tenía más libre. Recuerdo que para mí el domingo siempre había sido un día flojo y aburrido, y que en aquella época se volvió el más apasionante de la semana. Yo tenía una verdadera vocación literaria, muy fuerte, y la sigo teniendo, aunque ahora más realizada. Hablábamos tanto, quedábamos tanto, que un día que me invitó a su casa le propuse hacer un libro de conversaciones. Se lo pensó un poco, muy poco, unos segundos, y luego me dijo que sí. Inmediatamente antes había grabado una entrevista para un programa de televisión, un programa literario, y yo notaba que no le caía muy bien el entrevistador, porque le contestaba con muy pocas ganas. Pensé entonces que a mí me lo contaba todo, y por eso se me ocurrió la idea del libro. Recuerdo que nos veíamos varios días a la semana, que grabábamos las conversaciones, muchas veces, en su casa, pero también en cafeterías, como la del Palace, que me impresionó. A menudo grabábamos en el porche de su casa, de día y de noche, porque en verano hacía mucho calor y fuera se estaba muy bien. Me acuerdo que la primera entrevista que le hice para el libro la hicimos después de una visita a la Feria del Libro de Madrid, a la caseta de El Mundo, donde tenía que firmar él. Llegamos tarde a su casa y estuvimos grabando, hasta la una de la madrugada, aproximadamente. Sobre su “genealogía literaria”. Yo iba transcribiendo las conversaciones al mismo ritmo que las grabábamos, muy rápido y trabajando mucho. Le dedicaba todo el día al libro. Debo decir que la tarea de transcripción es muy pesada, pero yo la hacía con gusto, por el placer que sentía al escribir mi libro, y por la fe que tenía al hacerlo. No sólo aquello me llenaba como escritor, sino que pensaba que el libro iba a ser un éxito. De hecho lo fue, aunque no de la exacta manera que tenía en mente entonces. Pude disfrutar totalmente de Umbral en su esplendor, a punto de ganar el Premio Cervantes -se lo darían ese mismo año-. Mientras lo llevaba en mi coche seguíamos hablando, él me daba, se puede decir, pequeñas conferencias, porque lo había leído todo y lo había vivido todo. En agosto me fui a Galicia, como suelo hacer, con mucho material para trabajar, y recuerdo que le llamaba desde allí para hablar del libro, de nuestro libro, pero también de lo que él iba escribiendo y de la vida en general. Ese año, antes de ir Galicia, me invitó al curso que dirigía en El Escorial, “Noches con las Meninas de España”, título que mezcla las Meninas de Velázquez con la obra de Falla Noches en los jardines de España, composición musical que a mí me gusta tanto ahora. Recuerdo El Escorial, la sede del Felipe II y el Colegio de María Cristina como el paraíso. Volví allí para participar en una mesa redonda sobre Delibes, años después, pero reconozco que no fue la mismo. La ilusión que yo tenía entonces con mi libro umbraliano, del que llevaba una parte en la mochila, junto a la grabadora y mi cuaderno, era indescriptible. Alguna entrevista le hice allí a Umbral, en El Escorial. Recuerdo cuánto disfruté en aquel curso con Antonio López, con Federico Jiménez Losantos o José Menese, entre otros. Umbral se movía con total naturalidad por el Felipe II, que antes había sido hotel. Llevaba sus queridos pantalones rojos, que le encantaban -le gustaba mucho la ropa-, y seguía escribiendo sus columnas desde su habitación, mandándolas por fax, gracias a la ayuda, siempre atenta, de su mujer España Suárez. Cuando volví de Galicia, en septiembre, el libro estaba prácticamente terminado. Creo que grabamos algunos capítulos más, quizás el de “Tardoumbralismo” y “Del revés”, la entrevista que Umbral me hace al final. Había quedado un libro de conversaciones sobre muchos temas, pero también una especie de biografía. Yo no quería hacer una biografía, sino un libro sobre la figura de Umbral, un libro de conversaciones, pero se ha entendido como biografía muchas veces, y no me importa. Fui muy afortunado. Por aquella época yo tenía bastante contacto con Javier Gómez de Liaño, hoy importante abogado, que es el padre de un amigo mío. Gracias a Gómez de Liaño, que presentó el libro en la editorial, éste, tras ganar el Cervantes Umbral en ese año, 2000, fue publicado por Foca el 23 de abril de 2001, día del Libro y conmemoración de la muerte de Cervantes. Había publicado el primer libro, una gran proeza para mí, pero lo más difícil aún no había hecho más que empezar.

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