Karina Fálagan
Karina Fálagan, de Vigo, es matrona de arrobas y lunares. Karina Fálagan tiene la mirada pícara y antigua, las manitas cortas y pegonas, el regazo oceánico, los tobillos gordos y la parla anglogalaica. Karina Fálagan es la Madre Coraje del parque jurásico de don Manuel Fraga en Galicia.
Una vez quería subir a ver a cierto dignatario de la Xunta y los escoltas, claro, no la dejaban. Karina Fálagan insistía: «Es que me he dejado arriba las bragas». Doña Karina gasta perro pachón, sombrillas inglesas y butacones «Emmanuel», de paja, para sentarse en la playa de Vigo a que la brisa del mar le ventile un poco los bajos. Parece que es o ha sido la gran matriarca del PP gallego o de la cosa de Fraga, con cuyas fotos, en numerosas variantes, ilustra su restaurante/bar sentimental, lleno de chicas buenas y fraguistas ricos que no salen al percebe, hombre, porque les salen otros. Ahora, lo que son las cosas, doña Karina se ha hecho famosa en toda España porque le ha dado dos ostiazos con la escayola (llevaba un brazo escayolado o entablillado) a una diputada del PSOE. «Que tú a mí no me llamas puta, que te pego, leche». Y le pegó. «Pegué a la sociata porque se puso chula». Pero a lo que te iba. Doña Karina Fálagan, «alcaldesa del Atlántico», que parece un verso de Pessoa, tiene cumplidamente cumplidos los cuarenta y pasó su infancia entre la Casa de Caridad y las monjas de Vigo.
También ha vivido en Londres, de ahí su anglogalaico, sus pamelas de Ascot y su cosmopolitismo de gran madama. Lo mismo va a los mítines de Fraga que al entierro de Cunqueiro. «A la sociata le pegué una buena leche». Doña Karina tuvo un bar de alterne y descorche donde de pronto empezó a infiltrarse la droga, y doña Karina cerró el bar, porque los sentimientos son cosa de toda la vida, el follar lo manda Dios, pero la droga es asunto de rojos y la ha traído toda Felipe González. Así es el corazón pesado y alegre, denso y putañero, confuso como un lento pez de las profundidades, así es el corazón de derechas de las grandes matriarcas del PP. Tienen su lista de pecados y ahora bendicen mucho el sexo, porque es cosa de Dios y ya lo habían ocultado bastante tiempo, que llevan veinte siglos follando a oscuras, pero lo han sustituido por un pecado nuevo, la droga, que es claramente socialista, democrática, roja, atea, ya que con Franco no había. La derechona tipo doña Karina va renovando así sus pecados capitales, según corren los tiempos y lo que pide el cuerpo, y ahora la droga es de izquierdas y el alcohol y el folleteo son una bendición del cielo. Lo cual que doña Karina abrió el restaurante que se ha dicho, donde parece que los corazones solitarios y las boquitas pintadas acaban por encontrarse, que siempre andan buscándose por entre las barajas de la vida. Pero de droga nada de nascis de nothing, que doña Karina sabe decirlo en inglés. Es, ya digo, el parque jurásico del PP, una cosa que no acaba de purgar Aznar. Es un Hormaechea con tetas. Es un Peña burgalés con pamela.
Raúl Heras denunciaba tal que ayer, en su analítica columna, los fósiles y basaltos franquistas que todavía quedan en nuestra derecha oficial, moderna y presentable. El señor Aznar no puede ofrecer una lámina electoral de su partido, impoluta, mientras hagamos amistad todos los días con una Karina Fálagan o un Ortí Bordás, el chico malo del SEU. Si profundizamos en las procelas de la derecha española, y mayormente en el mundo alucinatorio de las queimadas fanáticas de Fraga, en seguida entramos en intimidad con monstruos sagrados, putas franquistas y anfitrionas espectaculares y violentas como Karina Fálagan (con acento, plis, que diría ella). Ese fondo revuelto y antiguo, nocherniego y católico, putañero y españista, de la España eterna, es la derechona que arrastramos como resaca lívida de la Historia. El gran lastre del PP. Mohedano, frente a Karina, es Lord Byron.
