Artículos Francisco Umbral

Sostiene Quintana


El señor Quintana, catedrático de algo, ha publicado un libro -digamos de textodonde se sostienen sabrosos tópicos sobre las diferencias sociales, físicas, intelectuales, etc., en que se basa o debiera basarse nuestra convivencia. Lo peor del señor Quintana no es que sea sexista y racista. Lo peor de todo es que es un topiquero. Los tópicos, los reduccionismos y los simplicismos siempre son bien acogidos por la sociedad en general. Hay muchas cosas que no tienen explicación, mayormente porque no queremos buscársela, y entonces se acepta con facilidad la explicación simplista: el negro es inferior al blanco, la mujer es inferior al hombre, y por ahí seguido. Don Hipólito Taine llegó a definir los caracteres de los pueblos por el perfil crestado de sus costas. Las explicaciones plásticas, visuales, aparentes, no son explicaciones ni explican nada, pero la mayoría las acepta bien, porque lo penoso es quedarse una tarde en casa con un libro para aprender algo en serio. Yo le disculpo al señor Quintana el que sea un poco fascista. Lo que no puedo disculparle a él ni a nadie es que sea obvio, tópico, que viva de la pereza mental y de explicaciones ya superadas por fáciles, o demasiado fáciles por ya superadas. Pues claro que existe la libertad de cátedra, pero también debiera existir para el alumno (sin alumnado no hay cátedra que valga). Es decir, la libertad de hacerle facecias a un catedrático tonto. Las explicaciones simplistas, rudimentarias, que Hitler y Mussolini le dieron al problema social, eran mucho más asimilables que los análisis de Marx, de modo que los fascismos se difundieron por Europa como una nueva y encantadora fórmula de cóctel. Los pobres se hicieron fascistas por ingenuidad y los ricos por esnobismo, como siempre. En cuanto a los intelectuales, dejemos en paz, de momento a los intelectuales. Hasta a Truffaut se le acusa ya de haber sido un poco fascista. Y hay que ver las cosas que dice Jesús Aguirre sobre/contra el hitlerianismo de Heidegger. De modo que los intelectuales dan para otra columna (economía del columnista). Stalin también fue un simplificador, un divulgador, un vulgarizador del marxismo/leninismo, y todo el que simplifica traiciona. Nuestro catedrático señor Quintana está simplificando muchas cuestiones de la sociedad española, luego es un traidor a la cultura. Sexismo y racismo son dos coartadas para eludir la explicación científica y real de las cosas, que es la explicación económica. Efectivamente, en las razas humanas no se da la igualdad. Pero la desigualdad es siempre de origen o consecuencia económica. Los psicologistas que aportan sugestivas explicaciones tardofreudianas, más literarias que científicas, traicionan a su propia inteligencia o a la inteligencia de los demás. El gran mundo ha dejado de ser freudiano desde los personajes de Paul Morand. Allá el señor Quintana con sus aberraciones y simplificaciones. Lo que yo no le perdono (se gana la vida como puede) es otra cosa: lo que yo no le perdono es que esté tan pasé, tan blasé, que practique una ética que ha perdido toda estética. Es como si no hubiera leído a nadie desde Voronof. No se debe drogar a la juventud con ideas simples y agresivas. El señor Quintana entiende que ha venido la derecha y ya vale todo. Hale, a vender y hacerse famoso. Pero la juventud que podría seguirle es una juventud que no lee: usa el bate.

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