Artículos Francisco Umbral

Poetas de pueblo


El pueblo donde a veces vivo, a veces no, es un pueblo que tiene de todo, hasta poetas, y Esperanza Aguirre viene de vez en cuando a visitarnos, a traernos el perfume de la gran ciudad, que es repentinamente poético con esa intimidad que Esperanza lleva a todas partes y que le está valiendo ganar por anticipado una prolongación de su jerarquía y su geografía madrileña. Ahora vendrá con Ruiz-Gallardón, que la ayuda mucho en el exquisito menester de agotar estaciones de Metro y vidas sombrías que lo son menos con la presencia de esta mujer político, ama de casa de la Comunidad de Madrid. Mi pueblo tenía un poeta, don Antonio Machado, que era poeta en todos los pueblos de España porque él anunció y renunció mucho en ese asunto de las dos Españas y finalmente las dos le helarían al unísono el corazón. Don Antonio tiene y conserva lápida de calle, memoria de gentes con las que convive calladamente como con otros remansos de españoles: lo cual que mi pueblo es una majada de poetas a veces malos como este lírico anónimo que doy a la prensa: Melancolía / de Machado / por el campo de Baeza / la luna, Baeza del cielo / aún se acuerda del poeta. Pero poeta en carne y hueso, en cal y canto, sólo lo fue aquí Blas de Otero, a quien he visitado vivo y muerto. También he visitado a Sabina, su musa norteña. Blas, tan visitado, no era un poeta, que era una fuerza de la naturaleza. Con Esperanza viene Ruiz-Gallardón, que ya he dicho y que es el alcalde lírico de Madrid y alcalde de todos los madriles de la geografía correspondiente, si sabemos conservarla intacta y crecedera. A veces me visita el alcalde local, que fue pariente de Foxá, otro poeta, que los líricos vienen siempre en racimos como las cerezas. Pero el más significativo de todos, soldado de la España en guerra, sensible y acertado, poeta de pueblo y poeta de los pueblos fue Miguel Hernández, pariente de las cosechas, hombre absoluto con aquella cara de patata que le atribuía cariñosamente Pablo Neruda. Hernández es la falleba humana que acerca la poesía a pobres y ricos. Ahora cuenta con calle en la calle y la gente le va a conocer aunque ya le conocía. La pareja política Esperanza/Gallardón hace esa política doméstica que le permite sacar de entre las manos un Metro o un autobús antes que nadie. Mi pueblo es como las Américas de alrededor. A poetas tan rurales les faltaba la compensación de un lírico de tanto sonido internacional como Vicente Alei-xandre, pero un día, un verano, paseando yo por las lejanías que dice Heide-gger, se me apareció Vicente en lápida, entre un depósito de perros y otro de autos o esqueletos y comprendí que la poesía es de esa forma, se te aparece o no se te aparece, pero no la llames en vano. Los piadosos andan con la Semana Santa y aquí los laicos andamos con ese otro verdor de «hortalizas consagradas», que dijo Baudelaire. Una de las dos Españas, la vegetal y la internacional, ha de helarte el corazón. Al final todo termina en la dualidad de Machado porque unos y otros nos están helando el corazón a modo. Somos «un viento que no mueve unas hojas no verdes».

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