Artículos Francisco Umbral

Conde


Alto oficio, la cetrería. Y para gerifaltes, los de antaño. Con Mario Conde, delfín del Banesto (el más característico Banco madrileño), que ha asumido directamente el viento y la corona, vuelven los jóvenes halcones del paleocapitalismo centralista, qué pasa. Pelo para atrás, muy recio, perfil para hacer monedas y ese ligero cabreo interior y metafísico del hombre que ha llegado a los 39, o sea que le falta uno para 40. "Frustrado es el que a los 40 sigue viajando en metro". Conde quería llegar a ser como el ángel de la Unión y el Fénix, pero en la otra esquina, en la de enfrente, en la del Banesto, y ha llegado justo cuando los ángeles pierden angelidad y juventud. Dentro de un año, a los 40, ya será viejo para cúpula y joven para la galería de los grandes óleos financieros. Hoy es la nueva derecha joven, el renuevo que entoña del viejo feudalismo bancatario, aquí ni Dios mueve un duro y seguimos con la autarquía de la peseta, que ha sido siempre la sardina perdida entre Florencia y Argel, la divisa que corre por Ubre y a la baja. Para llegar a ángel par con el de la Unión y el Fénix, Conde ha tenido primero que matar un dragón, según el más recamado protocolo de los cuentos, y el dragón se lo ha brindado, sin querer, mi admirado y entrañable Sánchez Asiaín, que hoy mismo me invita a orgía pictórica, a paseamos entre la vida cotidiana de la pintura andaluza del XIX. Entre los banqueros míos tiene Asiaín un altar, y no por banquero, claro, sino por nuestras juergas blancas de Zurbarán, hasta que lo blanco se nos sube a la cabeza. En cuanto al dragón, no era sino el muy razonable monstruo venidero de los ayuntamientos contra natura (cosa espantable para el puritano Banesto), entre especies ingentes, opuestas y afines, todo de cara a la gran finanza mercadocomunitaria. Eso lo sabe Asiaín, porque saber de Zurbarán es saber de todo, amor (y ya recuerdas que no tengo un duro en tus cajas), pero no quiere saberlo el ángel apócrifo de la Unión y el Fénix, el otro ángel maduro que desde el 30 de noviembre habita el cielo alcalaíno de Madrid. Presidente Felipe había entendido en seguida la magra jugada de Asiaín, pero derrumbados de un solo cabezazo de la bola todos los viejos retablos del Banesto, se alza Mario Conde con su espada de fuego y dividendos, joven vanguardia de la retaguardia, y contrata hasta socialistas de números, por si las fiaís. El paleocapitalismo ha vuelto a triunfar en Madrid sobre la posmodernidad bancario/pictórica. I'm sorry, Asiaín, amor.Ahora parece que González lo tenía todo hablado con el Banesto, cuando la verdad es que la OPA le iba cantidad a su política europea. Y que ni siquiera Solchaga participó en el secreteo. Lo que nos pasa a los columnistas es que salimos poco, viajamos poco (aunque, cuando menos, leemos la gran revista Viajar, de Emilio Rey), y por eso vamos siempre a rastras del carro de los gitanos, como el perro de la tribu atado debajo del carro: no mucho más es el cronista. Hace meses que no visita uno la bodegu¡ya, pero uno sigue instalando que a presidente González le iba más la operación/Asiaín que la operación/ Conde, tan franquista, tan autárquica y tan angélica (de la angeología dorsiana de Sáenz de Tejada).



Sea como fuere, Conde ha levantado el vuelo, con o sin la anuencia de Moncloa, y nuestro sueño de pecheros, que era salvarnos del criptocapitalismo, se ha dado de boca contra el toro de salmantina piedra de la Hispania profunda, como el Lazarillo, y qué otra cosa somos. Ya que la revolución es la utopía, lo irrealizable (lo ha dicho Lázaro Carreter respecto de la modesta revolución burguesa de Azaña), a tal punto hemos llegado en que esperaríamos una Banca comunitaria, europea, una cristalización de la socialdemocracia, ya que el socialismo se ha muerto, muerto está, que yo lo vi, como la infanta Mercedes y como Manolete. Bueno, pues ni eso: Mario Conde, arcángel de los reaseguros y el feudocapitalismo autárquico, vuela libre por el cielo azul y fucsia de la calle de Alcalá.

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